jueves, 26 de mayo de 2011

Mujeres: ¡El micrófono es nuestro! A los 50 años de la muerte de Lenka Franulic


Algunas mujeres usan tacos, otras prefieren las zapatlllas. Unas se maquillan, otras no, porque no quieren o no pueden. Unas son tímidas y otras, locuaces. Unas quieren ser madres, otras ni por nada. Pero hoy, al hablar de la mujer, es necesario preguntarnos qué es lo propio del ser mujer. Si sólo habláramos del derecho de una mujer a ser periodista, el de hoy seria un debate pasado de moda. Tenemos que preguntarnos qué es lo propio de la mujer, más allá del cuerpo, porque no cabe duda de que hay características físicas esenciales, indiscutibles, que nos hacen distintas, gracias al XX en cada una de las células de nuestro cuerpo. El tema “Mujeres y Periodismo”, obligadamente nos lleva a asumir que las mujeres tenemos una manera propia de comunicar, un lenguaje femenino, y que una periodista es diferente a un periodista.
Podemos empezar entonces negando la igualdad entre hombres y mujeres. Y no nos referimos a los derechos, que sí compartimos por igual. Hombres y mujeres son diferentes, lo que nos lleva a acercarnos al feminismo de la diferencia, de autoras como Luce Irigaray, y no al de la igualdad, como el que abraza Simone de Beauvoir.
Simone de Beauvoir tiene razón en enfatizar la igualdad de derechos, porque durante toda la historia de la humanidad el hombre ha destinado a la mujer a ser el Otro, bajo la sombra del Sujeto masculino, a ser fantasmagoría, a vivir dentro de la caverna. Para Beauvoir por ende el ser mujer en esta sociedad, es decir el género –no el sexo_ femenino, le huele, y con justicia, a abuso, a sumisión. Por eso afirma que “uno no nace mujer, uno se convierte en mujer”. Porque para ella ser mujer es solo un constructo social, un discurso, un metarrelato, no impuesto por la naturaleza, sino por la violencia hegemónica del hombre. Por eso cree que mujeres y hombres somos iguales...en todo.
En cambio el feminismo de la diferencia plantea que no se trata de ser en todo iguales a los hombres, “sino en cuestionar el código secreto de un orden patriarcal que convierte las diferencias en desigualdades”. El objetivo es que lo femenino, eso tan bello y tan oscuro, como dice Rosa Montero, sea apreciado socialmente, como valioso y distinto, tal como se valora lo masculino.
Luego el imperativo para la mujer es “¡Escribe!”-como gritaba Helène de Cixous. Escribe y sin sentirte culpable. Ya el acto de la escritura hacia el mundo, sin inhibiciones, constituye un primer acto de rebeldía, porque a la mujer se la había relegado históricamente a la escritura privada: las cartas y los diarios de vida. Ahora puede apropiarse del mundo a través de la escritura.
Y para el lenguaje estamos muy bien provistas biológicamente. Nos dice el Dr. Halpern tras comparar cerebros que las áreas del lenguaje son de un 20% a un 30% más grandes en las mujeres que en los hombres. Además, las áreas que controlan el lenguaje se concentran en el hemisferio izquierdo del cerebro masculino, el hemisferio racional, mientras que en el caso de la mujer se distribuyen entre ambos hemisferios, el racional y el creativo. Ya sea periodismo o literatura lo que escriba esta mujer liberada, debe ir carcomiendo los prejuicios antepuestos por el hombre y descubriendo su propia habla femenina.
Y ¿cómo es esta habla femenina? Aunque no se puede reducir la riqueza de sus individualidades, podemos mencionar algunas características generales. Peter Brooks dice que el hombre está más hecho para la narrativa, que es lineal, teleológica, donde es la voluntad del personaje la que genera la acción narrativa. Ya sólo mostrar, en un cuento o en una noticia, que una mujer puede ser la protagonista, es una contravención. Pero por ello, muchas veces la mujer deriva en la lírica, más atemporal y cíclica. Así lo dijo Julia Kristeva.
También en el periodismo, pareciera que los hombres están hechos para reportear en las trincheras, las oscuras oficinas corruptas, los sitios radioactivos, sísmicos o combustibles. El género informativo y la investigación parecieran pertenecerles por naturaleza. Y la mujer estaría más apta para la opinión, donde dichas proezas se mastican, se reflexionan, se relacionan con la moral, la religión o la filosofía.
Y no es así. Si la mujer es diferente en esencia al hombre, esto lejos de limitarla, la potencia como continente inexplorado y sólo oscuro por desconocimiento. No sólo puede ser explorada, también puede explorar y cuando hace poesía u opinión periodística no es porque no pueda emprender hazañas investigativas, sino porque busca en este género una mejor forma de profundizar en el ser femenino. Y así hemos visto mujeres que denunciaron los horrores de la dictadura cuando aún podía costarles caro, que han descubierto a pedófilos y jerarcas prófugos antes que las Policías, otras que han desafiado en su cara al poder judicial, y otras también que son sagaces columnistas de opinión. Y muy femeninas todas.
¿Y cómo escribe periodismo la mujer?
Algunos hablan de añadir la intuición y la emoción. En lo periodístico la intuición puede ser una luz mágica que guía la investigación. Y la emoción es el más vapuleado de los factores de valoración de la noticia, pero que en el fondo nos recuerda que todas las Ws tienen sentido porque involucran de alguna manera a seres humanos.
Otra característica implica lo peculiar del cuerpo femenino. Cixous enfatiza en el lenguaje femenino su relación con el cuerpo, que genera un impulso irrefrenable por comunicar: “Lo que te toca, las voces que te afectan, llenan tu pecho con una urgencia de entrar en el lenguaje y lanzar tu fuerza”. Aunque narre la historia que ha investigado, su habla nunca es lineal ni demasiado objetivizada. La pasa por su propia carne: “Ella dibuja su historia en la historia”-dice Cixous.
Se afirma también que el hombre tiende más a universalizar sus argumentos, la mujer, a los casos particulares. También se dice que escribe con “tinta blanca”, porque no puede dejar de ser madre ni de focalizarse en la preocupación por otros.
Y así, muchas afirmaciones tratan de caracterizar el habla femenina y por lo tanto, también a la mujer periodista. Pero estas afirmaciones, ¿podrán disgustar a las mujeres que se sienten capaces de ser autoritarias, objetivas, grandilocuentes, como suelen ser los hombres? No deberían. Lo que nos diferencia no debería limitarnos, sino potenciarnos. Las diferencias nunca deben transformarse en desventajas. La voz masculina puede inspirar una obediencia fácil. Pero el discurso femenino evoca otro discurso, no explícito, que reviste cada vez más convicción y que por eso genera credibilidad, aunque en apariencia pueda sonar inofensivo, allí radica nuestra subversión. En los 50 años de la muerte de Lenka Franulic: el llamado a las periodistas es a escribir periodismo femenino, desde las columnas de opinión o la critica de arte, desde Japón radioactivo o desde las trincheras en Medio Oriente, poniendo al ser humano en el centro, al grande y al pequeño, porque bien sabemos lo que es no tener poder. Sí, está comprobado científicamente que hablamos más que los hombres. Pues bien, prepárense, después de años de escribir cartas y diarios de vida, las periodistas nunca más guardaremos silencio.