sábado, 1 de agosto de 2009

Resumidero


Vivimos en un mundo sintético. Para qué recordar un número si basta con la marcación abreviada. Para qué escribir algo gracioso, basta con un emoticón, que de paso también sirve para ofrecer disculpas, mostrar vergüenza, lamentarse de la desgracia ajena, admitir un error y por qué no, enviar besos y atrevidas declaraciones de amor. Con sólo un clic.

Para qué hacer campaña política, hablando de cuánto el estado debe intervenir en la sociedad o cuáles son las prioridades en tiempos de crisis, para qué debatir sobre la píldora, la delincuencia infantil o los deudores habitacionales, si basta con tuitear una frase simpaticona, en sólo 140 caracteres (máximo).

Todo comenzó en el colegio. Primero empezamos canonizando el etc., en vez de un larguísimo etcétera, que ya es en sí mismo abreviatura de incontables ejemplos de algo (de los que no podemos recordar más de dos). Da lo mismo que fueran ríos de Chile, en una interrogación de geografía; obras de Mozart, en una de música; o excusas para llegar tarde al colegio, en la inspectoría. "Loa, Mapocho (los infaltables), ehhh, etc.."; "réquiem, sinfonía 40, ehhh, etc."; "me dolía la cabeza, se me dio vuelta la leche en el jumper y... etc."

Todas las demás reducciones de palabras eran penadas por la profe de castellano, como los q' y los xq, y mucho menos el círculo con una raya arriba en vez del sufijo "ción". Hasta que un día ella llegó con su biblia del vocabulario con un listado de abreviaturas "admitidas", como stmto., eleto. (aquí debería decir "etc." porque no recuerdo las otras). Con esto nos dio chipe libre para recortar las palabras a discreción, dejándolas indefensas ante el afán humano de ahorrar tiempo y esfuerzo.

Para qué decir el lenguaje chat, que partió como una campaña comercial de Entel PCS, con un diccionario con su real academia y todo, y hoy se aplica en messenger y en el correo electrónico y en facebook y twitter, aunque para entenderlo tengamos que girar la cabeza. Y le diremos :-) al que está contento y :-))))) al que tiene que hacer dieta. Es cuestión de costumbre y ahorramos mensajes de texto o tendinitis en los pulgares.

Para evitar estas fatigas, también hay palabras comodín, que reducen a la mínima unidad semántica el sentido, dejando la respuesta a la libre interpretación.

-Resulta que el otro día... bla bla... y me dijo que..., entonces yo le contesté que... En ese momento decidí que..., y ahora ya no puedo más porque... (echa unos lagrimones). Porque no puedo seguir así, ¿verdad?

-Demás, poh.

¿Complicidad?, ¿aprobación?, ¿cruel ironía? Nunca lo sabremos. Podemos llamarlo minimalismo del lenguaje, ambigüedad posmoderna, simple ahorro,... etc., etc.